El año 2024 dio un giro inesperado y desafiante para mí. En seis meses, me sometí a cinco operaciones y numerosos procedimientos médicos, convirtiéndome en un habitual de las urgencias. Combatí la sepsis dos veces en 45 días, experimenté temperaturas de 40,5 grados Celsius en dos ocasiones y estuve cerca de la muerte debido a graves problemas renales y complicaciones de tratamientos oncológicos anteriores. Hoy, sufro una pérdida auditiva significativa en ambos oídos y uso audífonos. Controlo mi latido cardíaco irregular con un reloj, no puedo realizar ejercicio riguroso y, a menudo, me siento en la parte de atrás de la iglesia debido a problemas de vejiga. Mis médicos me han dicho que mi cuerpo nunca volverá a ser el mismo debido al trauma que ha sufrido este año.
A pesar de ser un cristiano fiel, no me avergüenzo de admitir que hubo momentos y días en los que la duda y la depresión se instalaron.
Sin embargo, a pesar de todo, tengo una fe inquebrantable en el poder de la oración porque Dios respondió a mis súplicas con lo que realmente necesitaba: más de Él y más de Su gracia sustentadora. Esta gracia no trae un alivio inmediato ni me protege del dolor futuro, pero me sostiene, especialmente en los momentos más oscuros.
En la oscuridad, Dios dijo sí a tener un catéter durante meses.
En la oscuridad, Dios dijo sí a erupciones cutáneas graves y pústulas dolorosas.
En la oscuridad, Dios dijo sí a vivir con un riñón sano en lugar de dos.
Todo porque Él me estaba refinando y sosteniendo allí.
La oración me enseñó que Dios está más preocupado por mi carácter que por mi comodidad. Quiere que priorice lo espiritual sobre lo circunstancial. La oración redirige mi enfoque de mis circunstancias al Dios que se preocupa profundamente y me ama con fervor.
Como ser humano, todavía anhelo que el dolor y la incomodidad terminen… pronto.
Ciertamente, no es mi primera opción ser sostenido a través del dolor, ni siquiera por Dios, y mantenido por Su Gracia. Deseo la liberación… cuanto antes, mejor. Sin embargo, la oración me recuerda que no se trata de obtener lo que quiero, sino de recibir lo que necesito desesperadamente: más de Él.
Estoy aprendiendo que la oración me mantiene anhelando ser guardado por Él, ya que me recuerda que Él realmente sabe lo que es mejor. Por eso estoy aprendiendo lentamente a escuchar y dejar que Él hable primero cuando oro.
Una de mis escrituras favoritas que surge de este capítulo de mi vida es: “Presérvame, oh Dios, porque en ti confío” (Salmo 16:1).
Creo en la oración porque me recuerda que necesito ser guardado por Él, y quiero ser guardado por Él. Mi nueva esperanza en la oración no es cambiar lo que Dios ha planeado para mí, sino ser sostenido dentro de Su plan perfecto.
Después de todo, Él sabe más.
Aubrey Woodfolk